Me llama un periodista pidiendo el contacto de Tania Lobato autora de «Los niños de Bosnia«, se lo doy.
Ahora que vivimos una grave crisis humanitaria, los medios buscan en el cajón de los recuerdos: No hace tanto, veinte años, ya vivimos una crisis de este tipo y, igual que ahora, varios ayuntamientos tomaron la inciativa de acoger e impulsar acciones de solidaridad con y para los refugiados.
La llamada me obliga a coger de nuevo el libro y hojearlo. Entonces eran de las repúblicas balcanicas, hoy sirios. Cito solo el primer párrafo del prólogo de Sandra Balsells:
«Si fuésemos conscientes de que, a menudo, el azar es capaz de trastocar irreversiblemente nuestra vida, capaz de alterar nuestra biografía de forma decisiva, ese simple pensamiento nos resultaría inquietante; aterrador incluso. Las víctimas de guerra —de cualquier guerra— lo saben, cuando de repente, en un instante preciso de un día cualquiera, su cotidianidad se quiebra y sus vidas quedan atrapadas en una espiral de violencia de la que no se puede escapar. Todo ello por puro azar, por haber nacido en un lugar y momento histórico determinado. Aterrador.»
En ese momento respondimos, confio que ahora lo hagamos nuevamente.